(foto tomada de Internet)
Regresé del aeropuerto, ya en el tren de camino al lugar que últimamente llamo casa, platiqué con una mujer peculiar. Se sentó enfrente, la mire unos segundos; se puede saber mucho de una persona con tan sólo observarla: cuerpo, zapatos, ropa, accesorios, movimientos, cabello, la forma en que se relaciona... de vez en cuando imagino vidas o invento historias de los personajes frente a mi.Volví a mirarla, ella ya tenía un gato entre sus brazos.
-¿Sabes de gatos? -me preguntó mientras lo acariciaba. No, pero me gustan le dije. Un poco decepcionada pero aun animada me dió una breve catedra sobre los siberianos. "Esta es una siberiana, viene de Polonia, nos conocimos, hace unas horas".
Me sorprendió ver a la gata acurrucada en su pecho, tranquila, observando a través de la ventana. No sabía que los gatos viajaban tranquilos en aviones y trenes; sumisos, dormidos por horas en una maleta. Pero principalmente nunca vi uno tan amoroso con una extraña. Debe ser instinto o el verano quizá... a veces amamos sin censura a seres totalmente desconocidos.
-¿De dónde eres? ¿Estás de vacaciones? ¿Por cuánto tiempo? -Mis respuestas no le importaron mucho, siguió acariciando a su gata y continuó hablando: "Es la primera que vez que voy a Varsovia, tengo otros gatos, ¿te gustan los perros? a mi sí, pero a mi esposo le dan mucho miedo, él mide más de 1.90 cm. Yo soy criadora, me gustan los gatos, son como perros. En mi ciudad vive otra criadora, pero no tenía ninguna que me gustara, se de una mujer que viene de seattle por una gata".
"De continente a continente por un gato..." -Le conté la experiencia a Michelle.
-Si tuviera el dinero, iría por un caballo árabe o español -me dijo.
¿Por qué se mueven los que viajan? Yo se porque estoy aquí. No necesito un perro, un gato o un caballo. Me voy ahora, es el inicio de una nueva historia...
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